A lo largo de mi proceso personal he vivido una buena cantidad de acompañamientos, con colores y tiempos diversos, desde sesiones individuales puntuales hasta cursos grupales anuales. Cada uno me ha aportado en gran parte lo que en ese momento “iba buscando”.
Hace algún tiempo estaba muy presente en mi la prisa por “resolver”. Sobre todo si estaba viviendo dolor.
Entre otras cosas la Vida me ha mostrado la importancia, y a veces prioridad de pausar-me y escuchar-me, e incluso parar-me completamente hasta sentir, valorar y agradecer la presencia de cada uno de mis latidos.
Así que llegó un momento que por muchas ganas y prisa que tuviera de poner solución a algo y transformar el dolor que vivía no era suficiente con ser consciente de para qué la Vida me proponía tal circunstancia o incluso creer que “sabía cómo debía hacer”.
Tan solo con esto no llegaba a re-encontrarme, a hacer la transformación real que me permitiera soltar, integrar y reiniciar. Se quedaba en la consciencia.
A esto me refería con ese “no solo es verlo sino Serlo” del post anterior: en mi experiencia, una cosa es “darme cuenta de algo” y otra cosa muy diferente es caminar el camino de la transformación.
“Las cosas del Ser” suelen ir a un ritmo más suave que “las luces de la mente ”. Pues integrar esas “luces”, hacer el cambio hacia el que nos guían, supone a menudo liberar emociones, revisar creencias, flexibilizarlas y actuar, y para ello el tiempo también es nuestro aliado.
Esto es aún más evidente si estamos transitando cambios de estructura importantes a raíz de lo que sintamos como duelos relevantes.
Vamos, que la varita mágica está en el compromiso contigo y en el proceso. Y ese nuevo amanecer llega cuando es el momento.
Si ahora estás en un punto en el que sientes que un proceso íntimo, sostenido en un cierto periodo de tiempo que te permita profundizar cuidando tu ritmo es lo que te vendría bien ¡llámame y hablamos!
Gracias por ser Vida.
